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Angélica González Blanco: Una abogada más humana que legalista

Perfiles Julio, 31.- Aunque es rubia de ojos azules, lleva la cultura afroamericana es su sangre. Conversadora, extrovertida y espontánea. Es esposa, madre y abogada. Tiene más de 15 años viviendo en Canadá, 13 de los cuales se ha dedicado no sólo a representar a ciudadanos de diferentes nacionalidades en sus procesos migratorios, sino también a informar responsablemente a la comunidad hispano parlante sobre las leyes de inmigración. Se llama Angélica y sus apellidos son González Blanco.   Es miembro activo del Consejo Regulatorio de Concejeros de Inmigración de Canadá y de la Sociedad de Abogados de Ontario; y ahora se suma al equipo de Presencia Latina como colaboradora. Pero conozcamos más de cerca a esta mujer que se describe oriunda de la “República Independiente del Caribe”, ya que como ella sostiene, “tengo un poco de todas partes, soy de pies descalzos, hablo español y como cualquier cosa que tenga maíz”. Aunque pensó que sería psicólogo para especializarse en atención a niños con retardo mental, esa vocación de servició se volcó más bien hacia el amor por las leyes, herencia que obtuvo de su abuelo, un reconocido abogado litigante. “Crecí en una familia donde el deber ser era la regla. A mi papá yo lo vi perder económicamente para ganar a un ser humano”, comenta. Al hablar de su padre su voz cambia y con ternura lo describe como el amor de su vida. Recientemente se cumplió un año de su fallecimiento y a pesar de que no publica en el Facebook cosas personales no pudo evitar escribir lo que él significa para ella. “Fue mi mejor amigo, mi cómplice, mi instructor de baile y sobre todo mi mentor. Me enseñó que los principios no se negocian, que la profesión se respeta y se ejerce con amor, pasión honestidad e integridad (…) Te amo Jacobo “calidad” González, el mejor papá que Dios me pudo dar”, se puede leer en su página de la red social. Comenzó a litigar muy joven en el negocio familiar, era la mano derecha de su papá quien le enseñó a no negociar su alma con el diablo. “A mí que no pidan una tajada, una contribución”, y acota que jamás dio un centavo para agilizar un trámite en un juzgado. Por eso se ganó el apodo de la Dama de Hierro, lo cual preocupaba a su padre por la tensa situación social que se vivía en su país, donde los atentados estaban a la orden del día. Canadá: un país, un hogar Hace unos años atrás, siendo Angélica una joven ejecutiva bien posicionada laboral y socialmente, se encontraba una tarde caminando en una zona de cafés y restaurantes cuando de pronto un llamativo vehículo captó su atención. El hombre que lo manejaba, muy alto por cierto, la miró, pero a ella lo que le gustó fue el lujoso último modelo que conducía y pensó: “lo único bueno que tiene ese tipo es el carro”. Al cabo de un par de horas se encontraron nuevamente, iniciaron una conversación que se tornó tan buena que pronto se hicieron novios y a los seis meses aquel hombre de casi dos metros de altura, llamado Adolfo, le pidió matrimonio. “Lo peor es que después me enteré que el carro no era de él, sino de su mamá”, recuerda y suelta una carcajada. Se casaron, sin embargo su trabajo requería viajar constantemente. Por ello pasaron tres años viéndose pocos días al mes, hasta que él le dijo: “necesitamos instalarnos en lugar en el que estemos juntos todo el tiempo, así que nos vamos a Canadá”. Ella respondió que sí, considerando además que cada día aumentaba la situación de violencia de su país. Sin embargo, cuando le llegaron los papeles sorpresivamente cambió de opinión. “Me quería como morir, le dije no, yo no me voy. ¿Cómo voy a dejar a mis papás, mi carrera, además cómo vamos a tener hijos en ese país? Le planteé incluso el divorcio y él me dijo que estaba loca, que me dejaba los papeles y me esperaba acá. Más de 15 años han pasado desde que aterrizó en suelo canadiense. Su propia experiencia migratoria fue difícil, siendo una mujer caribeña, única hija y consentida. Aunque esa condición es justamente lo que le hace conectarse mucho con sus clientes. “Yo sé lo que sienten y les digo, mírenme y no sigan lamentándose porque ustedes van a llegar a donde quieran”. La hoy madre de los pequeños Angélica y Jacobo, sus hijos de 6 y casi 2 años, recuerda que no fue fácil el proceso, pero hoy tiene un hermoso hogar y conversa con nosotros sentada frente a su escritorio de Angélica González Blanco Legal Office. “He crecido enormemente como ser humano, se me quitaron muchísimos prejuicios tontos, y mi parte humanitaria ha aflorado más”. Cuando las lágrimas son incontrolables El caso que más le ha tocado es el de la periodista hondureña Karol Cabrera, quien fue objeto de dos atentados en su país, uno en el que asesinaron a su hija de 16 años Kathleen Nicolle, y otro en el que Cabrera resultó herida después de que el vehículo en el que transitaba junto a su amigo Joseph Ochoa, quien también lamentablemente falleció, recibiera 36 impactos de balas. – ¿Cómo llegaste a convertirte en la abogada de Karol Cabrera? – Un día, al regresar del trabajo a mi casa, mi padre y mi esposo estaban viendo un canal de televisión estadounidense en el que el periodista Fernando del Rincón denunciaba la situación instando a que el gobierno de Estados Unidos se pronunciara en función de protegerla. Ambos me miraron y me dijeron que yo podía hacer algo por esa mujer. Contacté entonces a del Rincón. Sabía que tenía un buen caso, lo investigue, lo digerí, lo puse en el papel legal y a los tres meses estaban Karol y sus dos hijos en suelo canadiense. ¿Qué fue lo que más te impactó? – Verla en el piso del aeropuerto diciendo “estoy libre”. Ella me abrazaba y de verdad que ha sido la única vez que he llorado frente a un cliente. Una ley politizada Si algo ha criticado esta abogada ha sido la politización de la Ley de Inmigración, la cual, según ella, a partir del año 2011 perdió esa parte humana y justa que tenía cuando arrancó en el año 2002. Indica que hasta el año 2010 no había perdido ni un caso de refugio, sin embargo del 2011 para acá eso se ha politizado mucho. “Es cierto que muchos ciudadanos pedían refugio con tal de obtener un estatus, pero el problema es que personas que hoy día, son sujetas a persecución, secuestros y demás ataques a su integridad física, que realmente necesitan la protección, han sido afectadas. No podemos castigar al que viene, sino al sistema. Tenemos una ley que es buena pero lamentablemente no se ejecuta por sí misma sino a través de los organismos, y los organismos a través de las personas, y estas últimas no están evaluando los casos separadamente, sino que deciden simplemente no aprobar ninguno, a pesar de que el ministro diga lo contrario”. Natalia Sardi Pérez Presencia Latina  ]]>

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